sábado, 8 de octubre de 2016

LECCIONES



Hoy soy yo más que nunca...
aunque no estoy descalzo, piso con más cuidado esta tierra,
desayuno amaneceres fríos y tibios a la vez,
tengo el abrigo de un roble que nunca se vence,
tengo un espejo de realidades sutiles e ingenuos.

Hoy he visto caballos trotando en mi cabeza,
parvadas de cuervos y gavilanes revoloteando en los barrancos de un jardín
una víbora rondando al cisne que baila, que canta;
pero el ave sabe volar y puede esquivar el mal.

Pude cabalgar noches sin luna,
tardes lluviosas con el zorro que me acompañó 7 años,
jalé las riendas cuando así debía ser,
galopé cuando había prisa, pero nunca me he cansado.

Llevo una cruz en mi hombro, lloré y reí con ella,
en ella me cobijé porque me hizo fuerte,
me enseñó a desclavarme las espinas,
con ella aprendí a resistir en el hambre y en la sed.

Hoy más que nunca soy el hombre que nunca deja de ser niño
porque sigo creciendo, porque sigo aprendiendo a caminar,
a no quemarme con el frío, a buscar el sol,
te sigo viendo con mis ojos de 'yä thü (sin nombre).

Yo nací sin llamarme como me nombran hoy:
mi padre me regaló su nombre,
me quemé con una taza de café hirviendo:
mi madre me cuidó hasta sanarme.
Me rompí un brazo para aprender a montar una yegua:
nuestro hermano mayor corrió a levantarme.

Estoy aquí por quienes me miran, sienten y nombran.
Porque me regalan un gesto.
También por los regaños que he merecido.
También por las traiciones que la vida nos regala.
Por los verbos, sustantivos y adjetivos de hoy,
por los de ayer y los de mañana.

Por mis amigos y no amigos.
Por la primera niña que jugó a quererme.
Por lo que quiero ser y hacer
Y por lo que no sé, sigo ofrendandome al vivir.

Eduardo Méndez Salas Do-04122011

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